viernes, 10 de mayo de 2013

PLACIDO TU CUERPO, CONCILIADORAS TUS MANOS



Plácido tu cuerpo, tendido, insinuante. 
Tus manos sobre la cama, atrayentes, vueltas hacia mí las palmas. 
Un tenue resplandor nunca antes visto, irradiando tu rostro en la penumbra del cuarto. 
¿Sonríes? ¿Me llamas? 

Tu cuerpo en posición, paciente, irresistible. 
Conciliadoras tus manos, expectantes, tal vez ansiosas. 
El dulce aroma del momento en que las disputas se zanjan piel a piel. 
¿Me acoges? ¿Me tienes? 

Tu cuerpo contorsionado en esa forma tan compleja que siempre te brinda comodidad. 
Tus manos más codiciosas que nunca, renunciando por esta vez a esa satisfacción tan habituada. 
Nada puede contra el silencio de la noche que se cuela en mi alma. Cierro los ojos y no hay más que esa imagen: tu perfección, por única vez. 

Ahora que, como siempre, no ves, ni escuchas, ni me regalas tu perfume, ni me brindas tu abrazo. Por sobre todas las cosas, ahora que callas… Hay algo más allá de mis sentidos que adivino arremolinándose sobre ti. Una luz fuera del espectro, una fragancia fantaseada, un sabor desconocido, una tibieza pospuesta, una palabra negada. 


Plácido tu cuerpo, conciliadoras tus manos, esta vez recibes mi afecto. 

Visión inmóvil, olor a sangre, sabor a beso, calor de entraña. Sonido de la máxima intimidad que alguna vez hemos tenido. 
Perfección. 
Esta vez, por fin, he llegado a tocarte el corazón.


Autor: Hernán

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